miércoles, 21 de octubre de 2009

TENGO MIEDO


Hace tres años Alessandra sufrió un ataque de pánico. Estaba en la calle cuando sintió algo raro en su cabeza. Comenzó a gritar, zapatear y sudar. Su corazón comenzó a acelerarse. ¿Qué había pasado? Una araña se le enredó en el pelo.
Hoy, a los 24 años, Alessandra asegura que no hay forma de que esté cerca de un insecto. Todos los bichos le repelen. Se trata de un temor completamente irracional; sin embargo, ella tiene la certeza de que algo malo le puede ocurrir.
Lo mismo le sucedía a Luisa, de 23 años, que confiesa tener un miedo terrible a los payasos: “La última vez que fui al circo estaba en primera fila. Todo iba bien hasta que salieron los payasos. Le agarré la mano a mi hermana, sudaba, me dio taquicardia. El payaso se acercaba y yo me retorcía en la butaca, se me caían las lágrimas, hasta que me fui corriendo”.
Hoy Luisa se está tratando con un especialista, porque además padece de musofobia (a los ratones) y tiene terror a los temblores. En suma, no duerme bien.
Según el psicólogo Daniel Dreifuss, las fobias son el resultado de la combinación de tres elementos: los vínculos parentales; determinados eventos negativos que hemos vivido, y el tipo de sensibilidades con que hemos nacido (factor hereditario). De ahí nacen las fobias, los trastornos de pánico y los psicosomáticos.
Una de las fobias más insólitas es negarse a nadar en una piscina por temor a los tiburones. Una muy irónica es la de un arquitecto que tiene fobia a las alturas en espacios abiertos (eso le ocurre a Ubert, de 24, quien por chamba ha aprendido a tragarse el miedo y a subir edificios en construcción con un arnés).
Fobias como esas no afectan sino hasta que se produce la situación indeseada (como Alessandra con la araña). Pero también están las fobias sociales, que sí influyen en la vida cotidiana.
Según datos del Instituto Nacional de Salud Mental Honorio Delgado-Hideyo Noguchi, en el 2002 el 7% de los adolescentes peruanos presentaba fobia social. Esos jóvenes hoy tienen entre 20 y 24 años. Horacio Vargas, psiquiatra de ese instituto, afirma que la fobia social se presenta cuando la persona se expone frente al grupo. “Hay gran ansiedad, tartamudeo, dolores y palpitaciones. La persona no puede salir a hablar, se aísla y prefiere no ir a ningún lado”, explica.
La fobia social es la timidez llevada al extremo. Quienes la padecen nacen con una predisposición, pero el factor desencadenante pudo haber sido algún episodio en que pasaron mucha vergüenza.
Según médicos del instituto, el 8% de los mayores de 18 años ha padecido alguna vez fobia social. El 4,5% ha tenido agorafobia (fobia a los espacios abiertos) y 3,7% ha tenido trastorno de pánico.
El psicólogo Dreifuss explica que estas personas tienen miedo a que la gente vea en ellas lo que ellas mismas no quieren ver. Por eso muchos jóvenes terminan, por ejemplo, enfrascándose en Internet, un medio que les permite interactuar, y donde no tienen que preocuparse de lo que el resto puede decir (recomendamos visitar la web http://www.fobiasocial.net/).
Para lidiar con las fobias sociales se requiere de una terapia especial, ya que para los pacientes pisar la calle significa ahogarse, tener el corazón en la boca.
Aunque no todos desarrollemos fobias, la velocidad del mundo nos transmite angustia, vacío y soledad. Según Ipsos Apoyo Opinión y Mercado, el 39% de los universitarios peruanos tiene temor a avanzar lento. Tiene sentido.
Fobias y angustias son la manifestación de un mismo problema. Tratarlas no es una recomendación, es una urgencia.

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